martes, 27 de febrero de 2018

Rutas con Amor: ayuno, limosna y oración.

Tal vez en alguna ocasión hayas pensado que la vida no es un camino de rosas y que a veces, el día a día, se hace demasiado cuesta arriba. De hecho es posible también que, en algún momento, hayas llegado a dudar de Dios y su gran bondad. ¡Y no es verdad!

Puede que no sea fácil sortear los desiertos y que, parafraseando un poco el salmo del Buen Pastor, no siempre avances por verdes praderas que conducen a fuentes tranquilas y te ayudan a reparar las fuerzas. Lo importante es que, en esos momentos de desazón, no pierdas la esperanza. Si no hace mucho te invitábamos a poner la mirada en María cuando te sobrepasaran los problemas... hoy te traemos otra recomendación: ¡afróntalos confiando en Dios! Únicamente así podrás superarlos o emprender un proceso de aceptación.


Dice el Señor:
"El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga" (Lc 9, 23).
¿Y cómo puedes hacerlo? Pues levantando la vista, mirando a tu alrededor y no perdiendo nunca el deseo de hacer el bien, ni siquiera cuando te sientas angustiado y parezca que el cielo se te va a venir encima.

Todos pasamos penalidades y es duro cuando se siente que hasta Dios guarda silencio y no responde a nuestras peticiones, cuando no entendemos lo que sucede, cuando faltan las fuerzas para seguir adelante y cuando, hundidos en nuestras miserias, ni las palabras de una mano amiga pueden alentarnos. Da miedo perder la estabilidad y salir de nuestra zona de confort por eso, ante las dificultades, no podemos evitar preguntarnos muchas veces ¿por qué a mí? Cuestionarse esto no es malo pero sí lo es agobiarse. ¡Pon todos los sentimientos negativos en las manos del Señor, que es el remedio más eficaz para hacer el yugo más liviano y la adversidad más llevadera! Él nos da la esperanza, la paz y el regalo de la vida. Y aunque a veces pensemos que vagamos por un páramo estéril y que estamos solos no es así. También Cristo tuvo dificultades y tentaciones, por ello te entiende y te acompaña. ¡Síguelo! ¡Él es el Camino!


Te proponemos tres rutas para buscarlo que podrás explorar durante las próximas semanas. Y, por supuesto, te invitamos a que, después, nos cuentes si te han hecho sentir con mayor tranquilidad y más feliz:
  1. Ayuno. Más allá del ayuno que se debe guardar el Miercoles de Ceniza y el Viernes Santo (desde los 18 años cumplidos hasta los 60 empezados) y de la abstinencia que se exige a un Católico, de 14 años de edad y hasta su muerte, de no comer carne los Viernes en honor a la Pasión de Jesús el Viernes Santo, existen otras formas de privación, penitencia o sacrificio. En la sociedad actual, en la que el consumismo ha alcanzado limites insospechados y en la que se vive demasiado centrado en uno mismo (basta ver el anuncio que te invita al movimiento del #yoismo) sería bueno que te animases a tomar las riendas de tu vida y a decir no a algún capricho.
  2. Limosna. Piensa que de los recortes que has aplicado en el ayuno puedes sacar mucho beneficio. Si has reducido tiempo de ocio invierte esos minutos en acompañar a alguien que te necesite. Si te has privado de hacer alguna compra anímate a colaborar con los más necesitados. Dar al prójimo es dar a Dios.
  3. Oración. Nunca podrás descubrir al Señor si no te encuentras con Él así que... si te has privado de unas cosas y has compartido otras... lánzate a la piscina y aprovecha para establecer una primera toma de contacto. ¡Pídele que te ayude a comprender su Pasión para que tú también puedas llevar mejor la tuya!

¡Convirtámonos para vivir el mandamiento de Jesús: 
amaos los unos a los otros como yo os he amado!

martes, 6 de febrero de 2018

Poniendo la mirada en María

Esperamos que el 2018 haya comenzado con muy buen pie. Si no ha sido así, no te preocupes, queremos invitarte a hacer una pausa para leer este post y, aunque ya estemos en febrero, a que pruebes después a arrancar de nuevo viviendo al estilo de la Madre de Dios. ¿Te animas a llevar este año un estilo de vida más mariano? Sí, así de claro, esta vez no vamos a andar con rodeos. Llegamos con retraso pero yendo directos al grano y está claro, hoy queremos poner la mirada en alguien muy especial: María.


Cuando sientas que los agobios se apoderan de ti, que las cosas no marchan como te gustaría, que ya no sabes qué hacer para romper una espiral que te está llevando a perder la alegría... ¡Para y mira! Te sonará a boda pero Ella estará ahí, siempre, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas todos los días de tu vida. Y con la sencillez y la humildad que la caracterizan no hará otra cosa más que permanecer a tu lado, como estuvo a los pies de la cruz de Jesús, esperando que tú quieras contar con su ayuda. Acudir a la Virgen es como apostar por la mejor opción porque contarás con su apoyo 24h diarias, 365 días al año. ¿Qué más quieres? Ante las dificultades dile con confianza: "Madre, enséñame a parecerme a ti, a tomar decisiones a tu manera, a imitarte a la hora de afrontar mis miedos".

También a María se le vinieron abajo muchos planes y le entraron numerosas dudas cuando el ángel Gabriel se le apareció para anunciarle la concepción de Jesús. ¿Te imaginas lo que podía sentir y pasar por la cabeza de esa joven chica que en aquellos momentos no era más que la prometida de un carpintero (José)? Seguramente no le debió resultar fácil elegir qué hacer en aquel momento y, en cambio, Ella no dudó del plan de Dios y siguió adelante. ¿Cuántas veces tú eres capaz de responder ese "Hágase en mí tu voluntad" y dejar los problemas en manos del Señor? ¿Sabes que eso nos hace más llevadero el camino?

Si tanto te preocupan la salud o que no te falte el dinero, que seguro que son dos fijos en tu lista de deseos cada año nuevo, no te olvides de incluir una tercera cosa que nunca debe faltar: ser rico en fe. Y para eso no hay mejor ejemplo que mirar a la Virgen María. Toda su vida fue un caminar tras los pasos de Dios y por ese motivo es la mejor maestra con la que aprender a escuchar lo que Él te quiere decir.


En nuestra entrada Creciendo con fe te contábamos que la oración y los dones que nos proporciona el Espíritu Santo eran algo muy importante y... María lo entendió bien. Ella supo ver que para discernir lo que esperaba Dios era importante buscar momentos de silencio en los que poder rezar y meditar. Si tú quieres intentarlo puedes probar a hacerlo en casa pero nosotros te invitamos, como ya hemos hecho otras veces, a que vengas a la Iglesia cualquier jueves (de 9:30 a 18:30h) a visitar a Jesús Sacramentado (Él también está deseando ofrecerte ese tiempo de descanso). ¡Ven un día de la mano de María y descubre lo que es llenar de paz tu vida! No te quejes más por lo que te pasa y pon tus problemas en la oración.

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!  

En definitiva, y ya para despedirnos, recuerda que decir María es decir... ¡tantas cosas!
  1. Libre esclavitud. La más libre de las mujeres entregando la vida libremente como la "esclava del Señor".
  2. Fuerte dulzura. Una dulce y joven madre llena de amor y ternura por su Hijo y a la vez tan fuerte que sufrió a su lado Su pasión y muerte sin desmayar.
  3. Elevada sencillez. Tan alta como para llevar al mismo Dios en tu seno, tan sencilla, como para ir enseguida a ayudar a Isabel y ante su saludo, entonar el Magnificat.
  4. Y, sobre todo, es decir Madre, con lo que conlleva esta palabra: guía, consuelo, ternura, mimo, ayuda, brazos que te levantan tras las caídas, lazarillo que te conduce en las noches oscuras, puente hacia la felicidad, hacia su Hijo.
Demos gracias a nuestra Madre por su SÍ, que nos abrió la puerta a la Salvación, y corramos a su encuentro y a seguir su ejemplo.